Historia
El origen de la pasta no es cierto. No se puede decir,
con certeza, quién inventó la pasta. Hay relatos de que Marco Polo trajo la
pasta del oriente. Pero, también se sabe que él volvió a Italia en el año 1295
y que antes de esa fecha ya había informaciones de la existencia de la pasta.
Algunos afirman que fueron los árabes que inventaron la pasta, pues conocieron
al trigo antes de los italianos. Bueno, hasta hoy todas estas historias son
cuestionables, pero, de una cosa los investigadores tienen certeza; el clima de
Italia siempre fue bueno para el crecimiento del trigo duro, de donde viene la
sémola. La sémola, se usa para hacer las pastas secas.
Las pastas secas se hicieron populares en los siglos XIV
y XV y en el siglo XVII se hicieron parte importante de la dieta italiana,
porque era un plato económico, que se podría adquirir fácilmente y versátil.
La pasta rellena o pasta ripiena es típica del norte y
centro de Italia. La pasta fresca se elabora de un modo artesanal y ha de
conservarse refrigerada. Además, a la hora de cocinar, requiere poco tiempo de
cocción.
La pasta fresca está
presente en toda Italia, pero sin duda, es la región del Valle del Po
donde se originaron las más conocidas como los agnolotti en el Piamonte, los
tortelli di zucca en Mantua o los tortellini de prosciutto de Emilia, aunque
ciertamente es fácil encontrar las mismas especialidades con diferentes nombres
en diferentes regiones.
Las pastas rellenas más pequeñas proceden de Ferrara y se
rellenan con pavo, las rellenas de calabaza se llaman cappellacci, los ravioli
de Módena se rellenan con carne asada, en Liguria los panzoti se rellenan con
hierbas silvestres...
A pesar de que hablamos de una masa bastante básica, encontramos diferencias a lo largo de Italia. En Emilia-Romaña, la pasta se prepara con muchos huevos y harina pero sin aceite ni sal; en el Piamonte se usan 8 huevos por kilo de harina fina de trigo; en el sur de Italia se hace con sémola de trigo duro y agua; y estas son sólo algunas de las diferencias más llamativas, aunque realmente cada casa tiene su propia receta.
1. No quebrar
los spaghetti intentando la cobertura de los mismos con el agua de cocción. El
tamaño del paquete ya esta prediseñado como medida standard.
2. Usar agua en
cantidad abundante. La proporción ideal sería de 10 litros cada kilo de pasta.
(1 litro de agua cada 100 grs de pasta). De esta manera el agua vuelve a hervir
más rápidamente.
3. Salar el agua
al momento de su máximo hervor (10 gr de sal por litro de agua o según la
intensidad del condimento), luego sumergir la pasta. El agua dejará de hervir,
por diferencia de temperatura. Subir el fuego al máximo para recomenzar el
hervor o poner la tapa unos minutos, luego retirarla una vez que esto suceda.
4. Los spaghetti
no se deben poner al agua en un sólo manojo; se deben abrir a modo de abanico
de manera que no se peguen entre ellos. La pasta corta se vierte en forma de
lluvia para evitar que se aglutinen en el fondo, la pasta fresca o amarrada
debe separarse rápidamente con una cuchara de madera o un pincho para evitar
que se peguen entre sí.
5.
La única manera de constatar que la pasta
esta cocinada a punto es probándola. Hay diversos métodos empíricos, pero no
son eficientes, el punto AL DENTE sólo se aprecia cuando la pasta ofrece una particular
resistencia al morderla.
6.
Evitar el uso de un escurridor de pasta de lo
que son incorporados a la olla (usarlo sólo en otros formatos de pasta,
especialmente cortas) y usar el sacaspaghetti, que permite el traslado de los
spaghettis directamente a la sartén o fuente con el condimento, conservando
parte del agua de su cocción.
7.
Para una excelente preparación de spaghetti
(o cualquier otra pasta) es imprescindible hacer la operación de manera EXPRESA,
justo antes de sentarse a la mesa. Mejor que esperen nuestros comensales y no que espere nuestra
pasta.
8.
Nunca agregar agua fría sobre la pasta
escurrida. Si fuese necesario, mientras se condimenta, usar el agua de cocción.
9.
Tratar de que la pasta llegue a la mesa
siempre humeante.
10. El tamaño de
la olla es muy importante. Es preferible usar una olla con un formato de
diámetro bastante ancho y no muy alta. Esto posibilita que el agua alcance su
estado de fusión rápidamente. En el caso de que la forma de la olla fuera más
alta que ancha la superficie del agua
estaría más lejana de la fuente de calor y el tiempo de recomienzo del hervor
será mayor.
ELIGIENDO LA
PASTA
Usualmente se busca sobre la etiqueta las palabras “pasta
di sémola di grano duro” (si es una pasta importada) más allá de la marca
preferida. Los fanáticos miran también el aspecto, antes de la cocción una
buena pasta se presenta de un color amarillo ámbar; si se quiebra, el punto de
rotura será translúcido y luego de cocinada no debe dejar residuos en el agua.
La pasta en sí misma no tiene mucho contenido calórico,
hay 350 calorías por cada 100 gr de
pasta de grano duro y 370 en aquéllas con huevos; hay que entender que es
solamente el tipo de condimento que hace de una pasta una comida hipercalórica
y a veces de difícil digestión.
Usar aceite durante la cocción sólo es aconsejable en
cortes de pasta muy anchos como pappardelle o lasagne porque tienden a flotar
en la superficie. Si usamos bastante agua no hay problema que la pasta se
pegue. Por el peso específico el aceite
flota sobre el agua, la pasta que está en el fondo de la olla no recibe ningún
beneficio. Antiguamente se usaba poner el aceite en la olla del agua para
facilitar el escurrimiento y no la cocción, ya que se cocinaba en grandes
cantidades y para muchas personas a la vez. El aceite entonces lubricaba la
pasta mientras se la sacaba para luego condimentarla con la salsa elegida
evitando que se pegara en la espera de ser condimentada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.