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miércoles, 2 de noviembre de 2011

Cuando juegas para no perder, siempre pierdes.

por Liberto Pereda Romera

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27 Octubre, 2011  |  Publicado en GeneralInnovación en Liderazgo
Un amigo me ha hablado hoy de que en la empresa en la que trabaja, han contratado un nuevo director general que tiene como misión “re-estructurar la compañía”. Después de estos tres años de crisis, después de haber recortado lo habido y por haber, la “última” iniciativa ocurrente es re-estructurar.
Hay dos grandes estrategias en las empresas: las de numerador y las de denominador. Es decir, las de enfocarse en la generación de valor y las que se enfocan en la reducción de costes. Las de orientación positiva y las de orientación negativa. Las que abren el espacio y las que lo cierran. Dos estrategias susceptibles de elección.
Cuando se opta por la segunda, como el caso de mi amigo con la re-estructuración, por lo general se busca a expertos en el “viejo arte” del recorte. Pero si no es el caso, y el encargo te cae a ti directamente, tal vez te convenga reflexionar si vale la pena aceptarlo, incluso si ya lo has aceptado en otras ocasiones.
Al recibir el encargo tienes dos opciones: aceptar o no aceptar.
Lo más probable es que lo primero que te plantees es no aceptar. A fin de cuentas va en contra de tus valores y creencias más íntimas. Un posible diálogo interno:
consciencia – “¿Qué está en riesgo si no acepto?”
ego - “Me van a echar a mi el primero”
consciencia – “¿Qué está en riesgo si me echan?”
ego - “Hasta ahora era un directivo reconocido; ahora que van a pensar mi familia, mis amigos, mis vecinos. ¿Qué voy a decir a mis hijos?”
consciencia – “¿Qué está en riesgo si dejas de ser un directivo reconocido?”
ego - “Pueden ver que ya no soy importante”
consciencia – “¿Qué pasa si no te consideran importante?”
ego - “¿Qué van a valorar de mi si no tengo un puesto de dirección?”
El diálogo podría seguir, pero en este punto podemos subrayar una creencia limitante: “yo soy el rol que desempeño”.
Ahora, imagina que piensas en la posibilidad de aceptar el encargo. Ahora, tal vez, el diálogo sea:
consciencia – “¿Qué está en riesgo si acepto?”
ego - “Mi equipo y mis compañeros pensarán que me he cambiado de bando.”
consciencia – “¿Qué está en riesgo si piensan eso?”
ego - “Que yo pierda su confianza”
consciencia – “¿Qué pasa si pierdes su confianza?”
ego - “Cuando le vuelva a pedir su esfuerzo no lo harán”
consciencia – “¿Qué pasa si no te apoyan?”
ego - “Yo solo no puedo triunfar, y necesito a los demás para triunfar.”
consciencia – “¿Cual es el riesgo para ti si no triunfas?”
ego - “No ser reconocido.”
Por este lado llegamos a la creencia “ser es ser reconocido”.
Vemos como por las dos opciones nos llevan a “perder algo”. Esto ocurre precisamente porque jugamos para no perder”. Curiosamente se obtiene justo lo contrario de lo que deseamos.
Es un ejemplo simplificado del estilo de liderazgo reactivo, que se basa en “jugar para no perder”, y al final siempre se pierde.
¿Qué opciones hay cuando se juega para ganar?


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