Jamás tomes decisiones permanentes sobre emociones temporales...

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lunes, 24 de octubre de 2011

Valoramos bien a las personas?

Es Normal que nos cueste entender los temas teóricos que se relacionan con la calidad de la gestión y más aún tratar de relacionarlos.

 

Tal vez, no le guste las historias, pero le aseguro que en más de un caso, estas resultan reveladoras y ayudan a profundizar y consolidar los conocimientos teóricos.

 

En esta entrega, si bien hay una reflexión, le pido que la lea y escuche (se adjunta el audio al pie de página) y la relacione con lo que le sucede en su trabajo, en su casa, con sus amigos, con su pareja, es decir, en el área que Usted lo desee y según el rol que Usted cumple y espero que realmente logre tomar conciencia de que muchas veces juzgamos y nos juzgan antes de, realmente, entender las causas y circunstancias que integran cualquier hecho.

La historia dice así:

Cuando aquella tarde llegó a la  vieja  estación, le informaron que el tren en que ella viajaría se retrasaría aproximadamente una hora. La elegante señora, un poco fastidiada, compró una revista, un paquete de galletas y una botella de agua para pasar el tiempo, buscó un banco en el andén central y se sentó preparada para la espera.

Mientras ojeaba su revista un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un diario, imprevistamente, la señora observó como aquel muchacho, sin decir una sola palabra, estiraba la mano, agarraba  el paquete de galletas, lo  abría y comenzaba a comerlas una a una, despreocupadamente. 

La mujer se molestó por esto, no quería ser grosera pero tampoco dejar pasar aquella situación o hacer de cuenta que nada había pasado; así que, con un gesto exagerado, tomó el paquete y saco una galleta, la exhibió frente al joven y se la comió mirándolo fijamente a los ojos.

Como respuesta, el joven tomó otra galleta y mirándola, la puso en su boca y sonrió. La señora, ya  enojada, tomó una nueva galleta y con ostensible señales de fastidio volvió a comer  otra, manteniendo de nuevo la mirada en el muchacho.

El dialogo de miradas y sonrisas continuó entre galleta y galleta, la señora cada vez más irritada y el muchacho cada vez más sonriente. 

 

Finalmente la señora se dio cuenta, que en el paquete, solo quedaba una última galleta; no podrá ser tan cara dura pensó, mientras miraba alternadamente al joven y al paquete de galletas. Con  calma,  el  joven alargo la mano, tomó la última galleta y con mucha suavidad la partió exactamente por la mitad, así con un gesto amoroso ofreció la mitad de la última galleta a su compañera de banco, gracias dijo la mujer, tomando con rudeza aquella mitad; de nada, contesto el joven sonriendo suavemente mientras comía su mitad.

 

Entonces, el tren anunció su partida, la señora se levanto furiosa del banco y subió al vagón, al arrancar, desde la ventanilla de su asiento vio aquel muchacho todavía sentado en el andén y pensó:

"Que insolente, que maleducado, que será de nuestro mundo". 

 

Sin dejar de mirar con resentimiento al joven, sintió la boca reseca por el disgusto que aquella situación le había provocado, abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedo totalmente sorprendida cuando encontró, dentro de su cartera, su paquete de galletas intacto.

 

Cuantas veces nuestros prejuicios, nuestras decisiones apresuradas nos hacen valorar erróneamente a las personas y cometer las peores equivocaciones. 

 

Cuantas veces la desconfianza ya instalada en nosotros hacen que juzguemos a las personas y situaciones y  sin tener un porque las encasillamos en ideas preconcebidas, muchas veces tan alejadas de la realidad que se presenta, así por no utilizar nuestra capacidad de autocrítica y observación perdemos la gracia material de compartir y enfrentar situaciones haciendo crecer en nosotros la desconfianza y la preocupación. 

 

Nos inquietamos por acontecimientos que no son reales, que quizás nunca lleguemos a contemplar y nos atormentamos con problemas que tal vez nunca ocurrirán.


Fuente: Radio millenium, año 2001.



Martín SPENA

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